jueves, 24 de septiembre de 2009

Diario La Nación. Nota de Carlos Pacheco

Juego creativo a partir de un rico mundo femenino
Buena dirección de Andrea Chacón Alvarez


Dos mujeres de distinta generación, dos mundos en apariencia opuestos, pero que, por competencia, necesitan ligarse, parecerse, hasta llegar a una simbiosis que aparenta terminar enfermando a esos seres.
Las Carolinas comparten un departamento que se encuentra en estado deplorable y allí, copian y repiten hábitos conocidos y, seguramente, recreados en más de una oportunidad. Pero hay algo que las conmociona y, a la vez, las enfrenta: la aparición de un hombre. El les posibilita escapar un poco de la otra para buscar mayor entereza en lo individual. Pero claro, dada su simbiosis, muy poco podrán hacer frente al ser masculino. Ninguna de ellas parece capaz de adquirir una verdadera identidad.
El texto de Laura Córdoba expone un juego muy creativo a partir de ese mundo femenino, que quiere ser personal, pero que no puede serlo porque la imagen de la madre, la hija, la amiga o la simple compañera, parecería no permitírselo. Siempre se hace necesario reconocer en el cuerpo, la imagen o las ideas de la otra, aquello que falta o se necesita para ser alguien; no ya mejor, simplemente alguien. ¿Qué puede hacer un hombre en estas circunstancias? sólo potenciar los defectos, las necesidades de esas mujeres y ponerlas en crisis.
La puesta de Andrea Chacón Alvarez es muy atractiva porque construye una fuerte relación entre los personajes femeninos y descubre, en cada uno de ellos, esas cualidades, esos gestos, esas actitudes que las definirán a la perfección y que posibilitarán al espectador tomar plena conciencia de quiénes son verdaderamente. ( ) Son intensas las recreaciones de Andrea Vázquez y Maitina de Marco.