miércoles, 10 de junio de 2009

Reseña de María Pilar González

En escena hoy, diario digital de espectáculos.

Carolina madre, Carolina hija. La madre habla sin parar, la hija calla. La madre sigue hablando, y la hija desea estar sorda… o que su madre se quede muda. Dos mujeres que se atraen y se repelen, en una relación necesaria, difícil, agridulce. La obra reproduce -en tono de melodrama- la simbiótica relación de ambas, en la que un tercero en discordia puede hacer colapsar ese pulcro universo de la anodina rutina diaria.

Excelente el personaje de Maitina de Marco, cuyas expresiones, tonos de voz y formas de tratar a su hija -a la que nunca dejará de sobreproteger- tienen momentos de ácida comicidad. Miguel Olivera, por su parte, destaca por su capacidad de hacer tangible y corpórea esa incomodidad que se hace patente cuando una hija presenta a su novio ante la mirada cruel y escrutadora de la madre.

La ambientación se basa en pequeños elementos que mezclan lo kitsch con la tristeza producto de la soledad en que ambas viven: la persiana rota sostenida por un secador de piso, dos eternas reposeras ochentosas (esas de caño tapizadas en tela, generalmente con estampado floreado) y una multitud de revistas desparramadas por el piso sumergen al espectador en la cruda intimidad de dos mujeres vacías, a la espera de un príncipe azul que les cambie la vida. Aunque ese príncipe toque el charango y no tenga idea de lo que significa aquella frase en inglés de Elvis Presley que Carolina hija canturrea detrás de la puerta.


http://enescenahoy.com.ar/obras2009/las_carolinas/las_carolinas.htm